En su búsqueda del “progreso”, la humanidad ha ido cortando progresivamente sus nexos con la naturaleza. Ha modificado su entorno y dejado en el olvido sus orígenes. El conocimiento que el ser humano adquirió de su entorno a lo largo de su evolución se ha ido diluyendo con el paso del tiempo. De esta forma, el respeto por la naturaleza ha dado paso a la modificación de la misma de forma que las ciudades de ladrillo y hormigón han sustituido a los bosques, generando un símil perfecto con un agujero negro.
El conocimiento holístico ha ido quedando en el olvido mientras el ser humano se iba encerrando en sí mismo, dejando de ver más allá de sus propios intereses. El sentimiento de comunidad y la búsqueda del bien colectivo han dado paso a un individualismo exacerbado y hoy vemos como los intereses de unos pocos dirigen las vidas de toda la sociedad. Esto a su vez produce individuos aislados, solitarios… Individuos que inconscientemente perpetúan una sociedad abocada a contemplar la extinción tanto de su entorno natural como de sí misma.
Agujero Negro abre una ventana a esa sociedad. Esta ilustración nos muestra una ciudad infinita, casi agobiante, que arrastra hacia su interior a todo aquello que se asoma a ella, incluido el espectador. Una ciudad en la que las escenas surrealistas se intercalan con individuos aislados. Donde seres mitológicos observan en la distancia esta ciudad que se engulle a sí misma.
A nivel técnico, Agujero Negro es un ejercicio geométrico en el que se combina una espiral áurea con un punto de fuga. Así se genera una marcada profundidad que refuerza esa idea de pozo, o agujero negro, al que se encamina esta sociedad.
Actualmente esta obra forma parte de la colección pública de la Cámara Municipal de Maia, Maia (Portugal).